¿Tipos negativos durante toda la década de los 2020?

El resultado de la última encuesta periódica del Banco Central Europeo (BCE) sobre predicciones económicas (realizada en el último trimestre, , muestra sólo ligeras variaciones respecto a las estimaciones del trimestre anterior, con algunos ajustes para 2020, 2021 y 2022, pero con las expectativas a largo plazo (2025) en términos muy similares. Se estima una décima más de inflación 1.7% vs, 1.6% de la anterior previsión, y una décima menos de desempleo 7.6% vs. 7.7% Mientras tanto, la previsión del crecimiento anual del PIB se mantiene en 1.4%.

Si realizamos el simple ejercicio de comparación con las previsiones realizadas en el último trimestre de 2018, en el que aún no se habían producido los efectos devastadores del covid-19 sobre la economía, las expectativas a largo plazo no eran radicalmente diferentes. La tasa de paro prevista era del 7.5%, el crecimiento del PIB de un 1.6% y una tasa de inflación del 1.9%.

¿A dónde pretendemos llegar con esta comparación?

Lo primero que debemos tener en cuenta es que, a finales de 2018, los tipos de interés cotizaban en valores negativos hasta el plazo de 5 años, teniendo una previsión de inflación a largo plazo del BCE muy cerca de su objetivo de política monetaria. Adicionalmente, las expectativas de crecimiento del PIB eran superiores y la tasa de paro esperada más baja. Por último, hay que considerar que las previsiones a largo plazo en 2018 eran para 2023, es decir que los objetivos se pensaban conseguir mucho antes de los valores que muestra la última encuesta que, recordemos, son para 2025.

Es decir, haciendo una simple asociación de ideas podemos inferir que los tipos de interés negativos nos van a acompañar durante mucho más tiempo aún, como mínimo hasta 2025, ya que el dato de inflación se encontraría todavía fuera del margen de tolerancia respecto al objetivo central del 2% y con una cifra de crecimiento del PIB modesta.

Por otro lado, en su última pronunciación sobre política monetaria, el BCE deja claro que, a la vista de los últimos datos y estimaciones macroeconómicas, continuará aplicando las medidas necesarias para impulsar la recuperación económica y contrarrestar el impacto negativo de la pandemia. Esto, lógicamente, sin olvidar su objetivo principal que es controlar la senda del IPC, pero con el matiz de que va a buscar un equilibrio entre la evolución de ambos indicadores.

Es decir, podemos inferir que se van a mantener los tipos negativos en la facilidad de depósito y que el BCE los mantendrá así hasta alcanzar un valor de inflación cercano al objetivo (aunque admiten que será inferior al 2%). También va a mantener, o ampliar, el resto de los programas de estímulo, tales como la compra masiva de activos (PEPP y APP) y el programa de refinanciación a largo plazo (TLTRO III).

Volviendo a la simple asociación de ideas, y basándonos en toda esta información, se podría deducir que existen elevadas probabilidades de convivir con un escenario de tipos negativos hasta 2025 como mínimo.

¿Qué información adicional podemos obtener del mercado?

La curva de IRS se encuentra en valores negativos actualmente hasta el plazo de 15 años (recordemos que en 2018 los valores negativos llegaban hasta el plazo de 5 años solamente). 

La desalentadora conclusión para el negocio bancario tradicional es que, a las consecuencias derivadas de la actual crisis económica, como son la baja demanda de crédito y el previsible aumento de la morosidad (se estima, en este sentido, que buena parte de las moratorias concedidas acabarán en impagos) y del desempleo, se suma un escenario de tipos de interés negativos que podría prorrogarse hasta el año 2028 (AFI, informe de coyuntura nov-20) o incluso hasta 2031, según otros agentes del mercado.

Lo que está claro, es que corren malos tiempos para la banca en Europa y, especialmente, en España. De hecho, 7 de las 8 entidades del país que cotizan en bolsa, es decir, todos los grandes bancos salvo uno, han alcanzado recientemente sus mínimos históricos e incluso algunas de ellas podrían llegar a cerrar el año con rentabilidades negativas, pese a los últimos movimientos de concentración en el sector.

¿Cuáles son las consecuencias para la Banca?

Así, la rentabilidad sobre el capital o ROE (de las siglas en inglés de return on equity) que logre la banca española este año podría reducirse en 400 puntos básicos respecto a la media de un 6,1% de 2019 según algunas publicaciones.

La rentabilidad media prevista para el 2020 de la banca en España se sitúa en el 2.2%, siendo la tercera más baja de Europa tras el -0.5% que se estima que alcanzará la banca alemana y el 1.2% de las entidades británicas. Mientras, las entidades de Francia se situarán en una media del 2.6%, las de Italia en un 2.9% y las de Dinamarca un 3.7%, muy lejos del 10.4% de la banca suiza (la más alta de Europa).

De cara a 2021, las estimaciones auguran una mejora de las previsiones de ROE en los principales países de Europa, salvo en el caso de Suiza, que caerá hasta un 10.1%. Sin embargo, la media del ROE de la banca española ascendería al 3.2%, la segunda más baja de Europa tras el 0.9% de Alemania.

De hecho, el BCE ha publicado a finales de noviembre, un informe en el que destaca el incremento de la vulnerabilidad de los bancos de la zona euro a medio plazo, debido, entre otros factores, a que la rentabilidad de estos va a permanecer baja durante un largo tiempo. Esto, para el BCE es supone un riesgo para la estabilidad financiera de la eurozona.

En el caso de España, y abordando el problema por el lado del valor, solo en el último año los ocho bancos cotizados han perdido cerca de 52.300 millones de euros de capitalización en el mercado, lo que implica haberse dejado por el camino casi el 40% de su valor bursátil comparado con doce meses atrás, cuando ya cotizaban, al menos los más pequeños, a precios muy por debajo de su valor contable. Hoy el descuento que se aplica a las entidades en el mercado ha alcanzado máximos históricos por encima de las otras dos grandes crisis económicas más recientes, la de 2008-2009 y la de 2012, ante el riesgo de impago de deuda en el sur de Europa.

En un entorno como el actual con un escenario esperado tan ácido y prolongado, la función de ALM resulta de vital importancia, debiendo aportar las herramientas de análisis y gestión necesarias para optimizar los resultados esperados de la banca para los próximos años.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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