Regulación en el sector bancario: Basilea II

Diez años han pasado desde la publicación de los Acuerdos de Basilea II. Podríamos decir que es ésta la regulación que marca un antes y un después en la participación de los reguladores en el ámbito bancario, por la extensión y nivel de detalle de los requerimientos para el cumplimiento de la normativa.

Cómo ya comentamos en la primera entrada de la serie regulatoria, Basilea II es la secuela de Basilea I -no ocurre así con Basilea III-. El principal foco de esta regulación fue crear estándares que aplicaran a nivel internacional para controlar las necesidades de capital de las entidades bancarias, sin embargo esta regulación no fue capaz de soportar las dificultades de la crisis de 2008 y que arrastró a gigantes como Lehman Brothers.

A pesar de que los acuerdos se publicaron en 2004, en 2008 muchas entidades todavía no los estaban cumpliendo. El elevado coste económico y de capital humano en las implantaciones de sistemas informáticos para el cumplimiento de los requerimientos provocaron la demora en la adopción de Basilea II por numerosas entidades.

Basilea II está estructurada en tres pilares.

Basilea I ya trataba algunas partes de estos pilares, sin embargo el enfoque era mucho menos detallado. Por ejemplo en el primer pilar de Basilea II se tratan riesgos de crédito, operacional y mercado, sin embargo en Basilea I solo se definían requisitos para el primero de los anteriores.

El Pilar I versa sobre requisitos mínimos de capital. Se estudian los principales riesgos de la actividad bancaria, crédito, mercado y operacional.

  • Se establece que el cálculo del riesgo de crédito se puede realizar de tres formas distintas: Método Estándar, Método de Ratings Internos Base y Método de Ratings Internos Avanzado
  • El riesgo operacional también permite tres cálculos distintos: Método del Indicador Básico, Método Estandarizado y Método de Cálculo Interno
  • Finalmente para el cálculo del riesgo de mercado se ha establecido el VaR – Value at Risk –

 

En esta entrada no hablaremos sobre los cálculos aceptados por Basilea II, si embargo cabe resaltar que estos han sido uno de los principales focos de críticas de esta regulación. Una regulación a nivel internacional debe ser flexible y adaptarse a la cultura bancaria de los países a los que pretende englobar. Así mismo, debe ser válida para los distintos tipos de entidades bancarias. En el caso del VaR, por ejemplo, es una medida de corto plazo que si bien es válida para la banca de inversión no tiene tanto sentido en un banco retail tradicional.

El Pilar II trata sobre la supervisión bancaria necesaria para el cumplimiento de los acuerdos establecidos. Este pilar otorga poderes a los reguladores nacionales para ampliar los niveles de prudencia de los bancos bajo su jurisdicción. Además deben validar los métodos estadísticos utilizados en los cálculos del Pilar I, para lo cuál se requiere a los bancos pasar test de estrés así como auditorias de su información de riesgos de crédito.

Este pilar, además, proporciona un marco para hacer frente a otros tipos de riesgo como son el riesgo de liquidez, legal, reputacional, estratégico, etc.

Finalmente el Pilar III, se centra en complementar los requisitos mínimos de capital y el proceso de supervisión bancaria. Se requiere que las actividades de las entidades sean transparentes para el público general. Los bancos deben presentar sus estados financieros al público de forma ordenada y a tiempo. Además, se darán detalles, al menos con una frecuencia semestral, sobre el capital, la exposición al riesgo, los procesos de evaluación de riesgos, etc.

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Cómo comentábamos al comienzo de la entrada, Basilea II supuso el punto de inflexión de la regulación bancaria. Si bien en la industria las opiniones son enfrentadas sobre la utilidad y adecuación de los requisitos que formula a las entidades, no cabe duda que sienta las bases de toda la regulación que se ha desarrollado estos últimos años –LQs, Asset Encumbrance, Basilea III, etc.- y que iremos tratando en este blog en futuras entradas.

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