Bienvenidos a una nueva serie de entradas sobre política económica. A través de varios posts, vamos a tratar de explicar con claridad la importancia del Balance para el correcto funcionamiento de cualquier economía a través de una de sus instituciones más fundamentales: el Banco Central.
A través de cada post, vamos a abordar el uso del balance del banco central como instrumento de política monetaria, centrándonos en particular en la experiencia del Banco Central Europeo (BCE), pero teniendo en cuenta hechos y realidades de las demás autoridades monetarias.
Desde la crisis financiera iniciada en 2007-08 los bancos centrales han utilizado sus balances para llevar a cabo una gran variedad de intervenciones, alterando su tamaño y composición en diversos grados. Estas intervenciones incluyen operaciones para proporcionar tranquilidad en la financiación a las contrapartes; medidas de alivio al crédito para permitir o mejorar la transmisión de la política monetaria ante la existencia de deficiencias de mercado; y grandes compras de deuda para ofrecer un “refugio” de política monetaria adicional en momentos en los que las tasas de interés nominales a corto plazo están en su nivel más bajo.
Por el cumplimiento de su mandato de estabilidad de precios, el BCE ha puesto en práctica todas estas medidas, incluidas las compras a gran escala de deuda del sector público con la introducción a principios de este año del programa ampliado de compra de activos. El uso del balance del Eurosistema ha evolucionado, desde un enfoque relativamente pasivo, con una provisión de la liquidez determinada por las necesidades de las distintas contrapartes, a una gestión más activa del tamaño y la composición de los activos del balance a fin de garantizar el grado adecuado de los acuerdos monetarios.
EL BALANCE DEL BANCO CENTRAL: DE UN MERO ESPECTADOR A UN INSTRUMENTO DE POLÍTICA MONETARIA
La política monetaria trata de influir ampliamente en las condiciones financieras y macroeconómicas con el fin de alcanzar los objetivos que le han sido designados al banco central en su mandato. Para ello, la teoría actual nos dice que ha de variar la postura tradicional de la política monetaria, puesto que influye directamente sobre el desarrollo económico, financiero y monetario.
En tiempos “normales” la postura de la política monetaria está marcada por el precio de las reservas del banco central. Dentro de la mayoría de los encuadramientos operativos contemporáneos de un banco central, la orientación de la política monetaria está habitualmente marcada por el precio al que los bancos pueden operar con las reservas de los bancos centrales en el mercado interbancario, algo que está, a su vez, influido por el precio al que los bancos centrales ponen a disposición sus reservas a los bancos. Dentro de este marco operativo, el banco central inyecta reservas en el sistema bancario de acuerdo con la demanda de los bancos con el fin de dirigir la tasa de interés interbancaria a un nivel consistente con la intención de la postura de la política monetaria de turno.
En consecuencia, en tiempos habituales, la composición y el tamaño del balance del banco central contiene información limitada acerca del grado del status monetario existente. La composición de los activos y pasivos en el balance general refleja las características institucionales de la gestión de liquidez del banco central, incluidas las políticas colaterales y las distintas modalidades de provisión y absorción de la liquidez. En resumen, cuando el instrumento de la política monetaria es la tasa de interés del corto plazo, el tamaño y la composición del balance del banco central no proporcionan información acerca de la orientación de la política monetaria.
Con la llegada de la crisis financiera, los bancos centrales comenzaron a utilizan sus balances de diferentes maneras, de las cuales, algunas fueron nuevas, al menos en el contexto contemporáneo, mientras que otras estaban en línea con las tareas de los bancos centrales y prácticas tradicionales. Frente a las tensiones y riesgos de la crisis financiera, los bancos centrales tomaron una o varias de las siguientes acciones:
- Aumentar la provisión de liquidez a sus sistemas bancarios de forma elástica. Esto es, los bancos más acomodados aumentaron su demanda de liquidez y modificaron las modalidades de aprovisionamiento de la liquidez para dar financiación de “refugio”, en algunos casos también incluso proporcionando préstamos a largo plazo.
- Lanzar operaciones de préstamos directos al sector privado no bancario o comprar activos del sector privado.
- Empezar a comprar títulos de deuda del sector público de medio y largo plazo, o valores garantizados por los gobiernos, a gran escala.
- Ofrecer orientación verbal explícita sobre la evolución de la política en el futuro, incluidas las indicaciones sobre el uso futuro del balance del banco en caso de materializarse los desarrollos planificados.
Con esto, podemos identificar tres principales razones para el aumento del uso del balance de los bancos centrales como instrumento de política monetaria: (1) la necesidad de responder a la tensión financiera y gestionar las distintas crisis financieras, en consonancia con la función tradicional de los bancos centrales de ser el proveedor último de “tranquilidad en la financiación” para el sistema bancario; (2) la necesidad de habilitar o mejorar la transmisión de la política monetaria en la presencia prevista de asimetrías en el mercado; y (3) la necesidad de proporcionar acomodación monetaria adicional, esto es, ejercer presión a la baja sobre las tasas de interés a largo plazo cuando las tasas de política monetaria nominales a corto plazo han sido reducidas a su nivel efectivo más bajo. En principio, estos tres objetivos son tesis complementarias, pero en la práctica todos pueden estar estrechamente relacionados. En cualquier caso, debemos entender que las medidas derivadas de cualquiera de las razones anteriores pueden tener implicaciones muy similares para la orientación de la política monetaria en términos generales.
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Con esto, finalizamos esta primera entrega acerca del papel del balance de un banco central como instrumento de política monetaria, y así, en última instancia, de política económica.