Cartera de inversión en la gestión financiera de balance

En la mayor parte de los bancos comerciales, el perfil de riesgo de tipo de interés viene determinado por el balance comercial y el mismatch entre momentos de reprecio o vencimiento y plazos de referencia de las distintas partidas que componen el mismo.

Modificar dicho perfil desde un punto de vista de negocio suele resultar complicado debido a la estrategia comercial o, al menos, no se puede ajustar el mismo en un plazo breve de tiempo. Por ese motivo el Área Financiera debe tomar sus decisiones de gestión partiendo del perfil de riesgo derivado de la actividad comercial y utilizando los productos financieros a su alcance.

En este artículo no vamos a hablar de la utilización de derivados sobre tipos de interés, ni tampoco vamos a considerar la emisión de deuda como una herramienta de gestión, si no como una palanca para financiar el crecimiento del negocio de manera los más eficiente posible. Tampoco vamos a hablar de titulizaciones, ya que dichas decisiones responderían más bien a la gestión de la liquidez o del riesgo de crédito del balance.

Vamos a hablar sobre la gestión de la cartera de inversión y de su impacto sobre el perfil de riesgo del balance. Durante los últimos años ha venido siendo habitual en las entidades financieras el mantenimiento de carteras de inversión financiadas con repos a corto plazo -carry trade- para contribuir a la generación de margen de intereses o al resultado de operaciones financieras, realizando plusvalías. Esta contribución a los resultados, suele ser uno de los objetivos del Área Financiera, junto con el mantenimiento de los niveles de riesgo de tipo de interés dentro del apetito de riesgo determinado por el Consejo de Administración.

Pero, ¿qué efecto tienen el mantenimiento de estas carteras sobre el perfil de riesgo de balance? Si la entidad mantiene un estilo de gestión de balance muy conservador, probablemente tenderá a cerrar el riesgo de interés derivado del balance comercial. Por ejemplo, si la cartera de inversión crediticia es mayoritariamente flotante, emitirá deuda flotante y se financiará con otros instrumentos a corto plazo. Por otro lado, para garantizar un margen de interés mínimo con el que remunerar a los accionistas, constituirá carteras de bonos a tipo fijo a largo plazo financiadas con los recursos propios y con la parte más estable de los depósitos a la vista. De este modo el margen de intereses queda inmunizado y la rentabilidad de los recursos propios queda garantizada por la inversión a tipos fijos.

Evidentemente esta es una estrategia conservadora desde el punto de vista de generación de margen a corto plazo, pero, ¿lo es desde el punto de vista de generación de valor a largo plazo?

La respuesta depende de las expectativas de tipos de interés.

En un escenario de mantenimiento de tipos a la baja durante varios años, sí sería una estrategia correcta, pero en un escenario con previsión de tipos al alza, la inversión a tipo fijo impediría el traslado de la subida de tipos a una mayor rentabilidad del margen, reduciendo con ello el valor para los accionistas. No vamos a entrar aquí en la discusión sobre si la cartera se mantiene a vencimiento o está disponible para la venta -IFRS 9 introduce algunos cambios sobre la clasificación contable pero no se estiman grandes cambios en la gestión por este motivo-, debido a que la situación de la entidad y de los mercados pueden cambiar rápidamente y quizá es necesario vender todo o parte de la cartera.

Otro estilo de gestión sería aquel en el que el perfil de riesgo del balance comercial no se trata de ajustar a criterios de minimización del riesgo, si no a criterios estrictamente comerciales de búsqueda de rentabilidad. En este caso la cartera de inversión puede jugar un papel importante en el perfil de riesgo final de la entidad, particularmente en el largo plazo.

El balance comercial puede estar largo o corto, dependiendo de la duración de los activos y de los pasivos -aquí juega un papel primordial la duración asignada a la parte estable de las cuentas sin vencimiento-, por lo que la toma de decisiones sobre la duración a la que se invierte la cartera es muy relevante. En el caso en que el balance esté naturalmente corto, carteras de inversión con duraciones altas, ayudan a compensar este mismatch y a “cerrar” el riesgo final sobre el valor de balance -que por cierto es crucial de cara al consumo de capital económico por riesgo de tipo de interés-. Por el contrario, en balances naturalmente “largos” la duración de la cartera de inversión deberá ser menor para no comprometer en demasía los límites existentes sobre el valor del balance, estando justificadas -desde un punto de vista de gestión del riesgo- inversiones a plazos largos solamente ante previsiones muy claras de bajadas de tipos o mantenimiento de los mismos en niveles muy bajos durante un prolongado espacio de tiempo.

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En cualquiera de los dos estilos de gestión, el Área Financiera tratará de fijar un objetivo de duración para el balance, que determina el riesgo de valor que la entidad está dispuesta a asumir en comparación con la rentabilidad esperada de la estrategia asumida.

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